Las suculentas son las plantas que por excelencia simbolizan a la flora mexicana. De las 800 a 1,500 especies con las que cuenta esta familia, más de un 68 por ciento está representada en México. Esta extraordinaria biodiversidad biológica obedece a la riqueza climática de México, tropical, fría, húmeda, árida y semiárida; a su situación latitudinal, donde se localizan la mayoría de los desiertos del mundo, propiciadores de miles de microclimas que originan enormes variedades de cactáceas, agaváceas y crasuláceas; y a la confluencia de dos grandes regiones biogeográficas: la Holártica y la Neotropical. Las dos principales zonas áridas de México son los desiertos sonorense y chihuahuense, el primero alberga gran cantidad de cactus de diversas especies, predominando el saguaro, que llega a medir hasta 20 metros de altura y a vivir 200 años; el segundo es rico en especies de uso farmacéutico e industrial, como el peyote, maguey, lechuguilla y candelilla, entre otras. Desde época prehispánica las cactáceas y las agaváceas han sido fuente medicinal, alimenticia, elemento constructivo, ritual mágico, ornamental y motivo de admiración por su notable, casi heroica sobrevivencia con escasos niveles de agua. Las formas, texturas y colores de las suculentas mexicanas crean motivos extraordinarios por su belleza y originalidad, conjuntan la ríspida presencia de sus espinas, tallos carnosos, la tersa suavidad de sus cutículas, la resequedad aparente y, a veces, vistosas flores. Recrear imágenes de cactáceas, agaváceas y crasuláceas mexicanas no es solo la oportunidad de proponer una iconografía de arte inédita en nuestro país, sino el compromiso de difundir su estudio y conservación a cargo de los más destacados profesionales de instituciones de educación superior con CIIDIR-Oaxaca, Universidad de Guadalajara, Universidad de Querétaro, CICY-Yucatán, UAM-Iztapalapa y la UNAM, uno de los centros más importantes de América dedicados a la exploración botánica y a la conservación de la excepcional flora mexicana. |